Pequeña confesión de un adolescente
Aún lo recuerdo perfectamente, como si fuese ayer mismo. El 13 de Septiembre de este año estaba yo en San Diego y cogí el tranvía para volver a casa. En una de las paradas siguientes subió un hombre, un buen negro de los que no quieres encontrarte por la noche en un callejón. Aquel hombre comenzó a hablar. La gente le ignoraba, "Don't listen to him, he's another mad" me dijo el anciano sentado a mi lado. Pero en fin, le escuché. Le escuché con la atención que casi nunca había puesto en nadie. Hablaba sobre Dios, sobre Jesús, ya sabéis, que si se había sacrificado por nosotros, que si era el Salvador, etc. Entonces me di cuenta de algo: ¿cómo que Dios no existe? ¡Por supuesto que existe! Dios es eso que yo siento al levantarme cada mañana y ver que sigo sobreviviendo. Dios es eso que siento cuando la brisa acaricia mis mejillas, Dios es lo que siento cuando una gota de lluvia se desliza por mi espalda, cuando huelo una flor y pienso "joder, y nos las es