La princesa del Caribe.


Bebía dulce el amargor del café,
sentía frías tus manos
que me abrasaban sin saber,
sin saber que ya era medianoche,
que iban varias tazad
y que no andaba lejos el amanecer.

Pensaste que ya era hora
de apagar la luz
y echar a dormir.
Y yo pensé,
triste de mi,
que Bella Durmiente
despertaría Cenicienta.

Pero yo tan caliente
y con tanta fantasía...
era imposible
que no estuviera satisfecha.

Total,
que se despertó al mediodía
y la princesa,
ya no era azul turquesa
era más bien negro
tirando a piratería.

¿Y su mirada?
más bien perdida,
ya no era de oro y plata,
tal vez bisutería.
Y el universo de sus ojos
engullido por la pupila.

Se le quejaba la vida,
le gritaba en rebeldía.
Pero la muy pirata seguía
a toda vela
rumbo al horizonte
sin saber qué le dolía.

Puede que el timón
de la carabela
la devuelva a la orilla,
como la gaviota que vuela,
quién sabe, quizás algún día.

Verás
que la más bella de las flores marchita,
y sabrás que da igual,
que un nuevo brote la necesita.
Pero el tiempo no espera
y lo que hoy no ves verde
mañana será primavera.

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