Pequeña confesión de un adolescente
Aún lo recuerdo perfectamente, como si fuese ayer
mismo. El 13 de Septiembre de este año
estaba yo en San Diego y cogí el tranvía para volver a casa. En una de las
paradas siguientes subió un hombre, un buen negro de los que no quieres
encontrarte por la noche en un callejón. Aquel hombre comenzó a hablar. La
gente le ignoraba, "Don't listen to him, he's another mad" me dijo el
anciano sentado a mi lado. Pero en fin, le escuché. Le escuché con la atención
que casi nunca había puesto en nadie. Hablaba sobre Dios, sobre Jesús, ya
sabéis, que si se había sacrificado por nosotros, que si era el Salvador, etc.
Entonces me di cuenta
de algo: ¿cómo que Dios no existe? ¡Por supuesto que existe! Dios es eso que yo
siento al levantarme cada mañana y ver que sigo sobreviviendo. Dios es eso que
siento cuando la brisa acaricia mis mejillas, Dios es lo que siento cuando una
gota de lluvia se desliza por mi espalda, cuando huelo una flor y pienso
"joder, y nos las estamos cargando..." Dios está en esa sonrisa
dibujada por Velázquez en la chica que me gusta, en cada abrazo que me da mi
mejor amigo...
Dios no es un ser que
está ahí arriba, diciendo qué está bien y qué está mal, que es todopoderoso,
que juega con nosotros como si fuéramos los actores de reparto de su gran obra.
No, Dios está hecho de cosas de hoy y de mañana, de lo que cada uno ama.
Cada uno cree
en su Dios.
Comentarios
Publicar un comentario