Astilla

Ay mendiga,
muéstrate,
ten valentía
no te escondas
sé que estás
no es cosa mía.

Hazme caso
no me hagas rabiar
si te digo que te marches
te vas.

Esto es una pequeña prueba, de que, por muy inútil que sea lo que quieras decir (me clavé una astilla y lo escribí), siempre hay mil formas de decirlo y de que, si queremos ver florecer una rosa, lo más importante es plantarla. Lo mismo ocurre con las palabras y los sentimientos, la belleza no está en el resultado, ni en rimas perfectas ni en metáforas doradas, la belleza está en querer hacerlo, en intentar expresar lo que se siente, por absurdo que sea, en atreverse a darle forma. La belleza no se transmite, la belleza es transmitir.

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